Descolonizar en favor del control de la tierra, el agua, el aire, y la autonomía cultural.
La inseguridad es una consecuencia accidental de las sociedades no sólo con hambre y desocupación, sino con falsos mensajes, justicia torcida, política mentirosa, y opresión (el aparato represor al servicio de ellas).
El primer paso (no el único ni el último) es erradicar el hambre, detener la especulación sobre los alimentos y frenar la expansión de los agrocombustibles, para lo que hace falta:
1. Suprimir los efectos devastadores de la agricultura corporativa industrial
2. Apoyar a la producción local campesina.
Hubo un orden económico medido y pertinente, que fue arrasado por la especulación monetaria intensiva.
Esa especulación monetaria es un monstruo que destruye generaciones, pueblos, posibilidades; tuerce y desfigura la convivencia social y los objetivos.
Para avanzar en favor de la seguridad es preciso eliminar la corrupción y la manipulación política, laboral, educativa, cultural.
El primer paso a favor de un cambio drástico y desesperadamente necesario, ha de promoverse dentro de las políticas alimentarias y agrícolas, garantizando el acceso y el control por parte de campesinos y pequeños agricultores, hombres y mujeres, sobre los recursos productivos a través de una auténtica ley de protección agraria.
La realidad social exige políticas públicas tendientes a la soberanía alimentaria, que promuevan la agricultura y la producción de alimentos a pequeña escala. Debe priorizarse el apoyo a aquellas personas que producen alimentos de una manera sustentable para las comunidades locales, en lugar de favorecer los cultivos de exportación, los agrocombustibles o tecnologías como los transgénicos, impulsados por las corporaciones transnacionales.
Los gobiernos deben excluirse de cualquier acuerdo de libre comercio para proteger de manera efectiva su libre producción local alimentaria.
Las políticas del Banco Mundial, junto con las de la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional, han fomentado y alentado la destrucción de la seguridad alimentaria a nivel global, lo que se ha convertido en madre y padre de la delincuencia, la inestabilidad e inseguridad social.
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