La elección de vida indígena pertenece al marco de la Filosofía Perenne y resulta incomprensible sin un conocimiento previo de su dimensión religiosa, espiritual o metafísica.
Lo principal no es el humano, sino la Biosfera. Por una maravillosa conjunción de elementos la Biosfera produce vida y la sustenta, de modo que para que esa maravillosa red vital se mantenga sana y fuerte -imprescindible para nuestra propia salud y fortaleza- es preciso ser prudente, medido, discreto, austero, honesto, simple. No gastar ni un gramo más de lo que es absolutamente imprescindible. Esto conlleva a una forma de vida, de subsistencia y de organización que es la que han practicado los pueblos indígenas.
La sencillez del modo de vida de los habitantes de la tierra esconde una complejidad ontológica y metafísica por las renuncias y muertes al ego que ello implica.
Esta insondable sabiduría consiste en asumir plenamente la simple condición humana, despojada de los sucedáneos de felicidad y de los sustitutos de sentido que busca afanosa y esterilmente el occidental a través de las prácticas, usos y artefactos de la modernidad; esas “aguas de fantasía”, en definitiva, provocan más sed.
Las etnias antiguas, poseedoras de auténtica cultura y sentido de la convivencia compartida, subsisten con códigos de fraternidad, respeto, justicia y compasión, y con otros paradigmas respecto a los usos de los recursos naturales y al sentido de la vida humana sobre la Tierra.
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